miércoles, 14 de octubre de 2009

despedida en la pared


Y fue que al fin estaba yo y no estaba ella. Quedaba media cama fría, como no era antes, ocho, doce horas antes. Como no era cuando se quedó con mis ojos y mi nombre. Yo, un ejecutivo simplón al que le aburre querer y sueña con las mujeres que aparecen en las fotos de los paquetes de medias pantys, me encontraba en bolas y en medio de este instante de ausencia absoluta con un recuerdo canalla.
El ambiente frío se colmó de asombro con aquellas palabras escritas sobre mi pared con carboncillo violento y caligrafía crispada. Recorrí el trazo con mis dedos que en mí dictaba:

extraño es el halo de mi ruina
su pendiente violenta
aclimatando incertidumbres
de valor ausente
quebrando lo erguido
lo que no me pertenece

extrañas son pesadilla y palidez
peculiaridades sombrías
en calles de almas disueltas
donde el color químicamente impuro
se publicita y se vende.

todavía de noche
mi voz arde.

M.

Pensé en cubrirlo de pintura, pero luego dije- no será el mejor recuerdo pero al menos no se ve mal.
Cuando me fui a dormir mi cama todavía olía a ella.

...

jueves, 1 de octubre de 2009

buenos días



Alguien se ejercita sobre una máquina para trotar en un gimnasio alrededor de las 5:45 de la mañana. La faja que gira en hipnótico sinfín hace un sonido industrial que se loopea torpemente. Números en rojo sobre el tablero indican velocidad, altura, kilómetros y pulso. Tratando de activarse frente a una gigantesca ventana, nuestro personaje observa como todo en la calle bosteza.
El porcentaje aburguesado y clasemediero de ciudad todavía sueña con los números de la Tinka mientras los más pobres emprenden largos viajes acumulando hambre y peso en los hombros. Carretillas de emoliente, dateros de combi, guachimanes sin tv al borde de la hipotermia, totalmente humedecidos por la excitación nocturna de una Lima invernal que más que tu piel ama tus huesos. Gente que no sonríe cuando cuenta los días. Son cazadores buscando alimento. Trota. Su corazón comienza a bombear sangre que rápidamente circula a través de las rutas enredadas de sus arterias arrastrando todo a su denso paso. Se siente desatorado. La tele frente a él comparte malas nuevas en diferido. Se concentra en las tragedias narradas en pocas palabras por una chica joven escotada y muy maquillada. Piensa en que el registro de esos siniestros no alcanzan tocar su nivel consciente. Quizás su automatización la protege. Quizás la salvación está en los códigos del telepronter y el truco es reconocerlos y repetirlos emitiendo fonemas, sin siquiera intentar interpretarlos. Luego las imágenes. Sangre y gris. Barro en las calles. Lima suele estar llena de barro y mugre, sobre todo en invierno. Autos eternamente sucios. Una ciudad de plebeyos de caras pálidas y auras comatosas. Linda gente. Afuera está muy húmedo y esta faja no da la sensación de escape necesaria para salvarse de los planes que la paranoia tiene para todos el día de hoy. Nuestro personaje observa por la ventana a un gallinazo negro y enorme parado otra vez sobre un cartel con publicidad de una cadena de farmacias. Al frente, un hospital del Estado. Un moridero, piensa. El gallinazo no es tonto. El plano comienza a llenarse de gente y ya pasaron 20 minutos, el tiempo que usa para ejercitarse cardiovascularmente.Busca acaso mejorar su vida? Apaga la máquina y la fábrica sonora deja un vacío casi imperceptible en ese espacio- ambiente. Se seca el sudor mientras la chica del noticiero trata de poner su expresión más seria para transmitir la noticia de un niño de 2 años que cayó por la ventana de un edificio y quedó clavado en unas rejas. Sigue con vida, pero no se sabe cuanto. Sale del gimnasio en piloto automático como siempre. Nada nuevo que contar.
Al cruzar la avenida manejando, el gallinazo lo queda mirando.
Buenos días - dice él - Buenos días.

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