domingo, 8 de noviembre de 2009

hipervínculo


- Te digo que mi poema es un arma mortal.

Cubiertos por un cielo naranja, el verano nos arma de poesía, el tipo de arma que nos excita; viva, ardiente y siempre sin melancolía. Al final, quién quiere más gris en estos tiempos?
Aniquilando a los Sex Pistols que inventaron el No-Futuro, cuando miramos alrededor de nuestra efervescente adolescencia, hoy nos encontramos con extensos paisajes de píxel, cuerpos de materia digital rebosante de presente, mutando y reinventándose segundo a segundo. Y el futuro; lo seguimos haciendo alimentando dos elementales ideas/emoción: amor y rabia.
Bebes, me miras y entonces tus palabras son interrumpidas por el sonido de una ambulancia veloz llevando su propia historia. Pasa el caos . Conservas esos labios benévolos que hace que uno agradezca estas tardes y crea firmemente en lo sublime de las casualidades, como la suma de códigos y significados que mutarán con cada lectura en el papel garabateado que guardo en el bolsillo, como su impacto relacional de hipervínculo y que todavía no me atrevo a sacar (porque es un arma mortal).
Ríes. Ahora la policía cruza la calle en algo que comienza a parecer un corso caótico. Con el aire quieto otra vez nos besamos dejando en tiempo muerto aquello interrumpido por la estridencia de los acontecimientos, transformándonos entonces en un lánguido hallazgo para el tiempo. Nos damos otra copa y el cielo abandona el naranja para pasar a una gama de violetas coloreando el momento en un JPG con pulso en el stock de nuestras vidas. Preguntas por el poema. Para qué quieres un arma ahora? - digo. Coqueteo con la idea de tu curiosidad poniéndote a mil y comprobando que seguimos escribiendo el futuro. Una sirena interrumpe la vida y me distrae lo suficiente para que logres sacar el papel-poema de mi bolsillo. Ahora tienes ese capital simbólico contigo, esa peligrosa arma. La sirena es de la ambulancia que vuelve con la continuación del evento del tiempo. Detrás, un carro policía y dos carros más. En el primero un hombre mayor conduce con expresión dura y adolorida. Junto a él, una mujer desesperada. En el segundo van dos adultos muy serios llevando a un muchacho en estado de shock. Nos hacemos un silencio tras el estruendo. Buscamos la noticia en nuestros teléfonos y descubrimos que se trata de una adolescente que se quitó la vida mientras chateaba con su novio por msn. Todo fue registrado por la web cam de su laptop, todo en tiempo real. Lo último que ella leyó escrito por el muchacho antes de matarse fue un texto en forma de poema de amor; una dulce y siniestra despedida. Me miraste desencajada. El mortal artefacto escrito, el arma-poema, se arrugó en tus manos. Empezaba a oscurecer.

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miércoles, 14 de octubre de 2009

despedida en la pared


Y fue que al fin estaba yo y no estaba ella. Quedaba media cama fría, como no era antes, ocho, doce horas antes. Como no era cuando se quedó con mis ojos y mi nombre. Yo, un ejecutivo simplón al que le aburre querer y sueña con las mujeres que aparecen en las fotos de los paquetes de medias pantys, me encontraba en bolas y en medio de este instante de ausencia absoluta con un recuerdo canalla.
El ambiente frío se colmó de asombro con aquellas palabras escritas sobre mi pared con carboncillo violento y caligrafía crispada. Recorrí el trazo con mis dedos que en mí dictaba:

extraño es el halo de mi ruina
su pendiente violenta
aclimatando incertidumbres
de valor ausente
quebrando lo erguido
lo que no me pertenece

extrañas son pesadilla y palidez
peculiaridades sombrías
en calles de almas disueltas
donde el color químicamente impuro
se publicita y se vende.

todavía de noche
mi voz arde.

M.

Pensé en cubrirlo de pintura, pero luego dije- no será el mejor recuerdo pero al menos no se ve mal.
Cuando me fui a dormir mi cama todavía olía a ella.

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jueves, 1 de octubre de 2009

buenos días



Alguien se ejercita sobre una máquina para trotar en un gimnasio alrededor de las 5:45 de la mañana. La faja que gira en hipnótico sinfín hace un sonido industrial que se loopea torpemente. Números en rojo sobre el tablero indican velocidad, altura, kilómetros y pulso. Tratando de activarse frente a una gigantesca ventana, nuestro personaje observa como todo en la calle bosteza.
El porcentaje aburguesado y clasemediero de ciudad todavía sueña con los números de la Tinka mientras los más pobres emprenden largos viajes acumulando hambre y peso en los hombros. Carretillas de emoliente, dateros de combi, guachimanes sin tv al borde de la hipotermia, totalmente humedecidos por la excitación nocturna de una Lima invernal que más que tu piel ama tus huesos. Gente que no sonríe cuando cuenta los días. Son cazadores buscando alimento. Trota. Su corazón comienza a bombear sangre que rápidamente circula a través de las rutas enredadas de sus arterias arrastrando todo a su denso paso. Se siente desatorado. La tele frente a él comparte malas nuevas en diferido. Se concentra en las tragedias narradas en pocas palabras por una chica joven escotada y muy maquillada. Piensa en que el registro de esos siniestros no alcanzan tocar su nivel consciente. Quizás su automatización la protege. Quizás la salvación está en los códigos del telepronter y el truco es reconocerlos y repetirlos emitiendo fonemas, sin siquiera intentar interpretarlos. Luego las imágenes. Sangre y gris. Barro en las calles. Lima suele estar llena de barro y mugre, sobre todo en invierno. Autos eternamente sucios. Una ciudad de plebeyos de caras pálidas y auras comatosas. Linda gente. Afuera está muy húmedo y esta faja no da la sensación de escape necesaria para salvarse de los planes que la paranoia tiene para todos el día de hoy. Nuestro personaje observa por la ventana a un gallinazo negro y enorme parado otra vez sobre un cartel con publicidad de una cadena de farmacias. Al frente, un hospital del Estado. Un moridero, piensa. El gallinazo no es tonto. El plano comienza a llenarse de gente y ya pasaron 20 minutos, el tiempo que usa para ejercitarse cardiovascularmente.Busca acaso mejorar su vida? Apaga la máquina y la fábrica sonora deja un vacío casi imperceptible en ese espacio- ambiente. Se seca el sudor mientras la chica del noticiero trata de poner su expresión más seria para transmitir la noticia de un niño de 2 años que cayó por la ventana de un edificio y quedó clavado en unas rejas. Sigue con vida, pero no se sabe cuanto. Sale del gimnasio en piloto automático como siempre. Nada nuevo que contar.
Al cruzar la avenida manejando, el gallinazo lo queda mirando.
Buenos días - dice él - Buenos días.

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lunes, 28 de septiembre de 2009

amiga peluche


Kari y yo caminábamos bastante. Kari era como una sombra con tetas y abundante conversación; una chica-chico, una partidaria todoterreno, una compinche edulcorada que bailaba muy bien y cocinaba muy mal. De cierta manera se aproximaba al tipo de amiga que saldría si mezclaras el Adn de tu tía más empalagosa con el de tu hermana con regla.

En la disco El Cielo se bailaba mucho Smiths y yo tomaba mucho gin con gin. Me daba las peores resacas del mundo pero me entonaba muy bien con el ambiente. Noches de felices imprudencias. Bailaba contra el parlante. Kari bailaba detrás de mi. Cada tanto volteaba a ver si seguía ahí como una fiel escudera de aquellas ásperas borracheras en las que ajeno a su presencia me pegaba a otros labios mientras ella esperaba pacientemente a que tal vez pueda acompañarla a su depa para que llegue sana y salva. A veces se daba, a veces no. Al día siguiente escuchaba su voz en mi puerta buscándome para que la acompañe a la universidad, para que le preste mi máquina de escribir o simplemente para salir a caminar. No puedo negar que su firme escolta en ciertos momentos me venía bien, pero tenerla tan cerca que comprometía a acabar de acompañante a su casa después de las fiestas y claro, tenerla en la mía cada vez que ella quisiera usar su tiempo en querer proponerme un plan maestro. Lejos de toda señal que encienda una emoción distinta a la que me permitiera mirar con ella el sunset sin querer morderle el labio (el que sea) me acostumbré a su irremediable compañía a través de los meses, tiempo juntos en los que escuché sus interminables historias y ella me aconsejó tras escuchar las más oscuras de las mías, probé de su sazón de pre-principiante y terminé por tomarle un poquito más que cariño.
Cuando Kari cumplió 19 hizo una fiesta muy The Cure, con todos sus amiguitos de boca pintada que querían amarla y besarla. Mucha ropa negra, cerveza y ochentas. Llegué tarde y borracho pero ella se iluminó al verme llegar. Uno de sus amigos gay se acercó con una Polaroid y Kari me abrazó. Nos congelaron el momento. Esa noche bailamos mucho y no hubo quién me acompañe a casa en mi melopea de tinto barato. Luego vinieron tiempos de una inquietante paz. Su repentina ausencia escapaba a mis pronósticos del tiempo en una Lima eternamente solitaria y fría. De pronto, cuando acepté que había recuperado mi libertad, desperté con la puerta por derribarse y me encontré con una Kari nerviosa y con un sobre en la mano. Toma - dijo alcanzándome el pequeño paquete - léelo y dime qué piensas. Se sentó a mi lado en la puerta de mi casa a observar en silencio como del sobre caían en mis manos una foto polaroid de ambos abrazados la noche de su cumpleaños y una carta con pésima caligrafía donde con palabras dulces me declaraba todo su amor. Me quedé en silencio. Kari dijo después de un esfuerzo titánico - y... qué piensas hacer? Me pegué la foto como si fuera una tabla de salvación. De pronto el soundtrack del instante fue la triste y desesperada melodía de sus tacones golpeando la pista a velocidad. Cuando levanté la cabeza alcancé verla doblar la esquina limpiándose la cara.

Pasaron varios años y los tiempos de aula se cambiaron por horas de trabajo. Nos llenamos de experiencia, arrugas y malicia. Nos volvimos hombres y mujeres. Muchas cosas cambiaron con eso también. Una noche en cierto evento reconocí a una Kari muy mujer, copa en mano conversando animadamente con dos pelados en terno. Me animé a acercarme. Ella me reconoció de inmediato. Se apartó del grupo para quedarse conversando conmigo y nos encapsulamos fuera de la reunión. Luego salimos y no paramos hasta que la noche se comenzó a despintar. Ofrecí acompañarla a su casa, haciendo una broma tonta que evocaba viejos tiempos, así que llegué hasta su nueva morada en un edificio moderno de un barrio moderno lejos de donde solíamos andar. Nos quedamos en la puerta un momento e inevitablemente la quise besar. Cuando me acerqué me esquivó sutilmente. Luego dijo muy segura - y... qué piensas hacer ahora?
En el silencio de esa calle en madrugada sólo me hacía compañía el sonido triste y resignado de mis pasos golpeando la vereda.
Dudo mucho que Kari me haya visto alejarme.

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jueves, 17 de septiembre de 2009

cuestión de tiempo


María se mira al espejo durante cinco minutos y descubre la textura del tiempo. Manuel en estado gravitante busca excusas para no salir de aquel oasis de los casados aburridos que es la oficina. Cerca de ahí, treinta segundos después, pasa la chica nueva del culo duro y le sonríe. Manuel se concentra en su sonrisa para evitar el culo duro. Como que el reloj anda estresado asi que para evitar el sacudón se aferra al escritorio. Cierra los ojos, esta vez ni la foto familiar lo reconforta. No tiene un espejo cerca como María ni tampoco le importa su panza.
Por la mañana María despertó pensando que tenía un nombre que le daba una eterna aura virginal, pero también de sufrimiento. No quiso mirarse al espejo mucho tiempo. Esta noche, frente al espejo otra vez, se deja llevar por el movimiento hipnótico que hacen sus dos dedos al aplicar una nueva crema sobre su rostro. Encuentra una arruga fechada con el nuevo siglo- la estética de lo real- piensa. Se detiene y contempla su desnudez a solas por diez minutos. Los pechos que una vez dieron placer y ahora dan de comer han cambiado también de expresión. Se concentra en su soñada estabilidad; el marido perfecto, el crío recién llegado, el calor del hogar. Se concentra en el tiempo que invirtió en lograr todo eso. Manuel se concentra en el culo de la nueva ejecutiva, sabe que en cualquier momentó saldrá por un taxi, sabe que un minuto basta para cruzarse con ella para preguntarle si quiere que la aproxime a casa, para que ponga aquel culo duro sobre el asiento de su carro, para que el acto de sentarse ágilmente levante un ligero aire que traiga hacia él su más íntima fragancia, su toque, tan sólo un instante. María se acepta y celebra su madurez con la seguridad de una mujer que ha sabido lograr lo que quiere y eso la hace sentir sexy y dispuesta. Manuel conduce sin escuchar lo que la ejecutiva comenta, concentrado en su cuerpo más que en el volante, mientras el tiempo hace de las suyas. María saca aquella sexy ropa interior que estuvo guardada ocho meses y que nunca usó, enfrentándola a su piel y sometiéndola a su nueva identidad.
Cuarenta minutos después Manuel llega a casa. Se encuentra de pronto a solas con el hogar cálido y perfecto. Un minuto después con María dispuesta y nerviosa. El tiempo se hace eterno cuando en sus primeras caricias comprueba que el culo de María no es como el de aquella ejecutiva que embistió en un hostal en el camino dos horas antes. María no encontró el amor en aquellos minutos. Supo entonces que el final sólo era cuestión de tiempo.

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lunes, 7 de septiembre de 2009

Booooooooom!


Fue.
Hace unas horas el amor nos convertía en química efervescente y pura. Santa materia.
Ya que siempre me deleita mirarnos en el espejo, giré mi cabeza buscando nuestro reflejo tras esa oscura cascada que es tu melena cuando me baña el rostro. Me detuvieron dos, cuatro, diez húmedas palabras. Quizás un tema de Scott Walker levitaba en clave gris, cerca muy cerca. Pensé en estrellas y el cosmos librándose de nosotros. Eso me hace sonreír por dentro. Too high, narcotizados y con fondo de noticias escabrosas en la tele. En el Telo. Telomereces. Melomerezco. Qué importaba si los aviones se estrellaban o si nos quedábamos sin hielo. Qué importaba el segundo violento de nuestras vidas.Tampoco importaban mi furgoneta soñada ni los números de la lotería, imposibles con el tiempo suspendido en ese instante de eterno copy-paste, en ese asalto a miembro armado, en ese intercambio de besos y nombres (porque me llamaba y te llamabas Yo), así que repetí muy vivo, si jamás nos documentaron en History Channel, ni elegimos los nombres de nuestros hijos, qué importa ya.

Cuando volvimos a respirar descubrímos que el cielo se nos escapaba del libreto, así que junto a esa ventana que era más nociva que la tv. nos paramos desnudos y abrazados.
Disfrutamos la función con ojos alegres; lo hicimos antes de contemplar como todo de pronto se descomponía en el horizonte.



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