sábado, 9 de octubre de 2010

cama adentro


Estábamos Teo y yo tomando cerveza y conversando sobre aquellos vicios de niño cretino, majaderías de púber y cosas así. Teo me cae bien. No es muy sociable, pero por alguna razón encuentra muy cómodo conversar conmigo. Teo comentaba sobre lo poco probable de que hoy un chico tenga una Penthouse, Playboy o  Hustler en su armario, bajo el colchón o escondida en un cajón. Se reía de aquella romántica visión de la revista pornográfica con las  hojas pegadas, hecho que entre los amigos dejaba clara evidencia de las proezas masturbatorias del dueño consumadas sobre la sublime publicación. Recordaba aquellas erecciones pueriles y repetía que el día que no despiertes con una mega erección debes preocuparte porque o te la mató el matrimonio o ya te hiciste muy viejo.
Se sirve otra chela, piensa un instante  y dispara - oye, tú nunca te tiraste a la empleada doméstica de la casa? Aunque no tuve ese tipo de experiencia, recuerdo que en el colegio nunca faltaba alguno con historias de muchachas que llegaban de provincia a trabajar en casas de familias medianamente acomododas y que en sus noches de calentura incitaban a los señoritos a que le agarren una teta, dejaban que la vean en ropa interior cambiándose con la puerta semi abierta o cosas así.  Entonces Teo me cuenta sobre un amigo que un día le confesó que cuando bordeaba los 16 se enamoró de una imponente cusqueña que su madre, divorciada años antes de su padre (el pusilánime caballero era además un policia retirado y tenía una paupérrima pensión), luego de  irse con su nuevo y acomodado marido, pensó que podría trabajar en ese hogar  donde su ex y sus 3 hijos varones, solos y a su suerte, encontrarían alguien que los ayude en el día a día doméstico. La idea fue asignarles una correcta y responsable muchacha de provincias, de plena confianza,  alguien que ponga en orden y administre esa casa llena de hombres. Y llegó a su casa esta cusqueñota de 26 años, tobillos gruesos y sonrisa fácil. Resultó que aquel amigo se enamoró perdidamente de la trabajadora del hogar y casi se suicida en plena crisis de adolescente no sólo cuando la encontró sobre la cama de su padre en pleno coito con el hermano mayor, sino cuando descubrió que además se acostaba con todos  en la casa, papá incluído. Al parecer este amigo le escribía cartas de amor a la cusqueña y se las dejaba debajo de su puerta, cartas que nunca hicieron que ella siquiera le corresponda. Aparentemente la chica disfrutaba demasiado su condición de concubina de la familia, sin hacerse mayor rollo con los horarios para las sesiones amatorias, salvo porque el más joven de la casa le declaraba su amor con poemas en rima escritos en hojas de cuaderno y con pésima ortografía. En un arrebato pasional el señorito frustrado y dolido le cuenta entre lágrimas todos los hechos a su madre y la mamá inmediatamente echa a patadas a la pobre serrana dejándola no solo sin trabajo en casa de barrio bonito, sino también sin los favores del señor de la casa y de los 3 señoritos.
Le pregunto a Teo si sabe qué hizo entonces la muchacha y me dice con un tono algo serio no sé, seguro se volvió al Cusco. Y sobre el amigo, resulta que sufrió mucho, por amor y también de dolor porque entre el viejo y los hermanos lo agarraron a patadas por cojudo. Luego de eso la señora envió a una mujer de 45, cama afuera y con bigote, para que mantenga limpia y ordenada esa casa.  Yo me reí de la historia diciendo que efectivamente hay que ser bien cojudo no sólo para enamorarse de la muchacha que trabaja en casa, sino además descubrir todo ese rollo sexual-familiar y correr a contárselo a la mamá. Teo me quedó mirando fijo y apuró la cerveza. Tras un suspiro se levantó, se despidió muy tranquilo y quedamos en juntarnos con toda la banda en mi nuevo departamento. Acababa de mudarme y necesitaba instalarme del todo, poner las cosas en  orden e intentar domesticar mi nuevo hogar. Planeamos en ese momento un open house para que todos lo conozcan y colaboren con algunos artículos para el depa.

El open house prometido  nunca se hizo, pero me animé por una pequeña fiesta cuando todo estuvo listo y en orden. Ubiqué a la banda completa pero no conseguí ubicar a Teo. La noche de la fiesta conversábamos animadamente entre copas hasta que alguien preguntó por él.
Max, que también lo conocía un poco,  dijo mientras servía unos hielos - no lo ubiqué, pero vi unas fotos recientes en su facebook, en Cusco, con una señora. Fácil es su tía, no sé. 

Por cierto, he notado que la señora que me ayuda con la limpieza del departamento también tiene bigote. Un poco, creo.

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4 comentarios:

  1. jjajajajaj que tan entretenido es leerte!:D

    Besos y abrazos!!!

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  2. Con cuerdo con la señorita de arriba, que texto más entretenido, sencillo y sincero, es demasiado entretenido leerte... buen blog bro, ahí nos estaremos dando la vuelta de vez en cuando, te sigo, un abrazo!!

    pd. K suerte la de tu amigo...

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  3. :)

    La verdad es que lo que más me ha hecho sonreír ha sido que los demás pegaran al pobre adolescente, si fue el que más sufrió de toda la historia!

    Besicos

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